Por: Elkin Franz Quintero Cuéllar
La tierra nos hace soñar, pero nos devora si nos descuidamos.
Quiroga

La biodiversidad es un concepto que trasciende lo científico, y en la literatura de Horacio Quiroga, se convierte en un elemento central que refleja la relación compleja entre el ser humano y su entorno. En un contexto de urgencia ambiental, como el que plantea la Conferencia de las Partes (COP16), la obra de Quiroga cobra nueva relevancia. Sus relatos no solo narran historias, sino que invitan a explorar nuestra conexión con la naturaleza y su diversidad desde una perspectiva más profunda.
En cuentos como Cuentos de la selva y Los desterrados, Quiroga presenta una naturaleza que no es pasiva, sino activa y compleja. La selva misionera, su escenario recurrente, es un espacio donde la biodiversidad alcanza su máxima expresión, con especies que conviven en equilibrio. Pero también es un lugar hostil, donde el ser humano enfrenta sus limitaciones. Quiroga nos muestra cómo la naturaleza no es solo una fuente de vida, sino también un escenario de peligro, capturando su ambivalencia de manera magistral. Esta visión es particularmente importante en el marco de la COP16, donde se discuten soluciones para preservar la biodiversidad y enfrentar el cambio climático.
La obra de Quiroga nos recuerda que la naturaleza no es simplemente un recurso que administrar, sino un ente vivo con el que debemos aprender a coexistir. En un tiempo de crisis ecológica, mientras nos enfocamos en medidas para mitigar el daño, su literatura nos insta a adoptar una actitud de respeto y humildad hacia los ecosistemas que hemos dañado.
Relatos como El hombre muerto reflejan esta indiferencia de la naturaleza ante la tragedia humana. Mientras un hombre agoniza, la selva sigue su curso sin interrupciones, evidenciando lo insignificante que es el ser humano frente a la inmensidad de los ecosistemas. La lección es clara: aunque intentemos controlar la naturaleza, su equilibrio es frágil, y con nuestras acciones, podemos destruirlo.

Quiroga también ofrece un contraste frente a las visiones tecnocráticas del cambio climático. Mientras las negociaciones globales se enfocan en reducción de emisiones, sus relatos nos recuerdan que la biodiversidad no es solo un desafío técnico. En su obra, los personajes luchan por sobrevivir en un entorno donde la naturaleza es tanto una bendición como una amenaza. Esta dualidad es clave para entender los desafíos actuales: no se trata solo de salvar especies, sino de repensar nuestra relación con el planeta.
Cuentos como A la deriva destacan la ambigüedad de nuestra coexistencia con el mundo natural, donde el entorno es tanto protector como adversario. Esta complejidad es una lección fundamental: no podemos pretender dominar completamente la naturaleza sin sufrir las consecuencias. La COP16 intenta abordar esta realidad, pero la obra de Quiroga nos ofrece una reflexión más íntima sobre los límites de la intervención humana y la necesidad de respeto hacia la naturaleza.
El legado de Quiroga nos recuerda que la biodiversidad es, en esencia, una cuestión humana. Su literatura nos insta a tomar decisiones colectivas que reflejen una nueva forma de habitar el planeta, recordando que la naturaleza siempre será la verdadera protagonista en la historia de nuestra supervivencia.