Gestión Emocional
- Conexiones .
- 31 may 2024
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Por: Martha Maritza Salgado
Directora del departamento Psicosocial Colegio Freinet
Psicóloga Unidad Infantil
En la actualidad, más que en cualquier época de la historia, los cambios se están generando de manera más frecuente, permanente y profunda, de lo que la humanidad ha podido experimentar. Esto nos demanda tener que adaptarnos constantemente a nuevas situaciones, lugares y personas, con mayor rapidez que antes. Los cambios sociales y de comunicación, también dan cuenta de las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que vivimos, y tienen una repercusión directa sobre la concepción que construimos y tenemos del mundo, de nosotros mismos, de las formas de relacionarnos con los demás y con el entorno.
La apertura y flexibilidad ante el cambio no es una tarea fácil, en especial, cuando los referentes no nos tan claros y dependemos fundamentalmente de nuestras habilidades sociales, y de la capacidad de hacer consciencia de las problemáticas que estamos enfrentando; siendo necesario que desde diferentes ámbitos, se dialogue con los niños, niñas y adolescentes, llevándolos a que puedan discernir y hacer una toma de decisiones más consciente y pausada, sobre aspectos significativos de la vida que trasciendan lo propuesto por el consumismo, con el propósito de darle un sentido más profundo a la existencia; sentido que requiere ser construido desde el interior hacia el exterior, y en el que la cultura, la familia y el colegio, cobran un rol relevante, pues son en esas instancias, donde se construyen y consolidan los valores y la ética; espacios privilegiados de educación emocional, donde se gestan saberes fundamentales en la interacción con los otros y con el mundo, entre otros, tales como: El saber escuchar, el saber hablar, el saber preguntar y el saber esperar.
"La apertura y flexibilidad ante el cambio no es una tarea fácil, en especial, cuando los referentes no nos tan claros y dependemos fundamentalmente de nuestras habilidades sociales, y de la capacidad de hacer consciencia de las problemáticas que estamos enfrentando"
En este sentido, es importante entonces, poder saber ¿En qué consiste la educación Psicoafectiva?
La educación Psicoafectiva “Es un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con el objeto de capacitarlos para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social” (Bisquerra, 2003, p. 27). Esta no es única y exclusiva de la escuela, puesto que más allá de una enseñanza, implica un proceso de construcción y formación personal para toda la vida. Por ende, las capacidades cognitivas, no aseguran por si mismas el éxito en el campo académico, laboral, social y/o psicoafectivo, dado que se requiere de otro tipo de recursos, que nos permitan reconocer, tramitar y autogestionar las emociones.
Es necesario, entonces, incorporar en el proceso de enseñanza y aprendizaje en la familia, sociedad y escuela, acciones y actividades que favorezcan en los niños y jóvenes, el desarrollo de aspectos personales como: “Competencias emocionales, conciencia emocional, regulación, autoestima, autonomía, automotivación, bienestar y aspectos sociales (competencias sociales, escucha activa, asertividad, empatía, solución de conflictos” (López, 2012, p. 12) que favorezcan sus interacciones, sus formas de aprehender el mundo, la apertura y flexibilidad en su pensar y actuar, su capacidad de adaptarse y de proponer creativamente, y ante todo su capacidad de convivir en la diferencia. De ahí la importancia de suscitar en los niños, niñas y adolescentes, el descubrimiento y fortalecimiento de sus recursos psicoafectivos, de sus habilidades sociales y comunicativas. Así como, la identificación y disminución de los factores de riesgo y el reconocimiento de factores protectores como lo son la resiliencia, los vínculos y redes de apoyo familiares y sociales, que le sirvan de sostén o asidero afectivo, considerándose éstos, como los elementos que les permiten afrontar las dificultades de una manera más proactiva, asertiva y con poca afectación en su bienestar.
Estos aspectos cobran relevancia en su construcción personal y en su transición de la niñez a la adolescencia, ya que favorecen el diálogo, la empatía y el respeto por la diversidad, contribuyendo así a la construcción de ambientes sanos y propositivos, así como un adecuado desarrollo cognitivo, afectivo, social y espiritual.
Puesto que generalmente las dificultades en la autorregulación radican en la identificación, el reconocimiento y la gestión poco asertiva de las emociones, usando distintos tipos de mecanismos que pueden ser útiles temporalmente, pero que a mediano o largo plazo, no logran cumplir su función, tales como la evitación, la represión, la negación y/o la dilatación, consideramos importante poder compartirles los siguientes elementos, que pueden ayudar a orientar esa gestión emocional en los niños y jóvenes:
Permitirles el crecer en autonomía y en conocimiento, donde los adultos seamos referentes de vida – espejos emocionales: Expresión de los sentimientos, manejo de las emociones, argumentación y defensa de sus opiniones e ideas.
Acompañar y confiar en la capacidad de la palabra, de la memoria y de la resolución que tienen o pueden tener sus hijos ante situaciones puntuales, como facilitadores en el reconocimiento de los límites y continentes emocionales, sin que ello implique prestar sus voces o ser intérpretes de su sentir, pensar y actuar.
Promover el reconocimiento de lo que están sintiendo, pensando, experimentando en su corporalidad y en su afectividad ante una situación determinada.
Validarles el sentir una emoción sea de cualquier índole (rabia, tristeza, alegría etc.) siendo necesario a la vez, que puedan entender que cualquier emoción es positiva, sana, en la medida que les permite expresar y aprender de ellas, sólo que les confiere la responsabilidad de saberla manifestar o expresar de una manera respetuosa y asertiva.
Llevarlos a que identifiquen qué emoción hay detrás de una acción o comportamiento que tengan, y poderla ubicar en el lugar y en quién corresponda, darle sentido y contexto (hacer consciencia de lo que se quiere decir o expresar)
Ponerle un nombre a esa emoción, sin que ello implique un juicio o una censura.
Poder acompañarlos a que indaguen o exploren cómo pueden gestionar esa emoción, qué herramientas y estrategias le han resultado efectivas en situaciones similares para darle manejo.
Posibilitarles en que no se “enganchen con la emoción”, que no se queden de manera persistente en ella o se “carguen emocionalmente” por experimentarla. Es decir, se asocie la culpa, el miedo, la rabia u otro aspecto, que no les permita avanzar y vislumbrar una posibilidad de manejo o solución.
Incentivar la implicación. Es decir, llevar a que el niño y/o el joven, asuma lo que le corresponde, la responsabilidad de sus actos.
Ayudarlos a trascender el capricho (postergar su deseo) y vencer la omnipotencia.
Conectarlos con la naturaleza, el arte, lo social y cultural, y no sólo a la tecnología.
Las emociones no son permanentes, vienen y van, y en la medida en que afloran, es necesario y enriquecedor poderlas transitar, más no quedarse anquilosados en ellas, pues el hacerlo es lo que no permite trascenderlas, incidiendo en la mirada, comprensión, asunción y resolución de las distintas situaciones y experiencias, a las que nos vemos abocados día a día, y que necesariamente implican duelos, cierres y soltar aquello que afecta nuestra estabilidad emocional.
En ese orden de ideas, preguntémonos ¿Qué tanto desde nuestro lugar y rol como adultos posibilitamos en nuestros niños y jóvenes, un manejo asertivo de las emociones?
¿De qué manera somos espejos emocionales para ellos?
¿Cómo estamos emocionalmente los adultos que interactuamos con ellos?
Referencias:
Bisquerra. R. Pérez. N (2007). Educación XXI: Las competencias emocionales. No. 10, pp. 61 – 82. Madrid. España.
Bisquerra. R. (2011).Padres y maestros: Educación emocional. No.337. Universidad de Barcelona. España.
López. E. (2012). ¿Cómo educar las emociones?. La educación emocional en la infancia y la adolescencia. pp. 12. Barcelona. España.